8 de marzo. Día Internacional de la Mujer

MANIFIESTO TEÓLOGAS ESPAÑOLAS. 8 DE MARZO 2018

Un nuevo 8 de marzo que nos invita a seguir recordando y reivindicando derechos y libertades para las mujeres. Si hacemos un poco de historia, fue un 8 de Marzo hacia 1975 cuando la ONU lo declaró como día internacional de la mujer trabajadora, aunque después se renombro como día internacional de la Mujer, aunque ya con anterioridad, países como Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza en el año 1911 venían celebrando y recordando este día.  Desde entonces, se han conquistado derechos y libertades para las mujeres en el mundo, en cada rincón  del planeta de un modo y a un ritmo diferentes… todavía siguen quedando lugares donde las mujeres no son reconocidas como tales. En este día nos unimos al manifesto que desde La Asociación de Teólogas Española que se nos invita a seguir reivindicando la dignidad de las hijas de Dios en este mundo desigual donde frecuentemente se vulneran los derechos y libertades.

En motivo del 8 de Marzo, la Asociación de Teólogas Españolas ha realizado un Manifiesto, e invita a todos los colectivos comprometidos en la construcción de una Iglesia de Iguales a sumarse:

1. Necesitamos hablar de las mujeres y no de “la mujer”
Dios se encarnó para ser un ser humano concreto, una persona histórica particular e irrepetible, Jesús. Su vida, y no otra, sus palabras, y no otras, su muerte y su resurrección son las que nos hacen presentes de forma más íntima y cercana a Dios. El Dios de Jesús no se mueve en las generalidades, que homogenizan y cosifican aquello que pretenden describir. Es por ello que Jesús siempre se dirige a la persona que tiene en frente, la llama por su nombre y la hace lugar de manifestación de Su gracia (Lc. 7, 48-50; 8,43-48…).
En la misma línea, hablar de “la mujer”, como si se tratara de una categoría genérica, en lugar de “las mujeres”, en plural, empequeñece aquello que pretende describir: asume que todas sentimos igual, actuamos igual y vivimos igual. Que una idea general de “la mujer” vale por todas. Se desdibuja así aquello que caracteriza la vida, es decir, la experiencia personal.  Y sólo en este espacio, sólo en la experiencia particular de cada mujer y de cada hombre, se hace el Dios de Jesús presente, reconcilia y restaura. La reconciliación no es un principio general y abstracto que afecta poco. Por el contrario, da forma a la vida en su expresión más concreta.
De igual manera que Dios no es una hipótesis, un objeto de estudio al que podamos mover aquí o allí según convenga, tampoco lo son las mujeres: cada una de nosotras es lugar de manifestación de Dios en su vida y experiencias concretas.

2. Somos hijas e hijos de Dios por un mismo bautismoHermanas y hermanos en Cristo en discipulado de iguales.
Los relatos de la creación en Gn. 1 y 2 hablan de la creación de ser humano como un ser en relación: desde el principio éste es creado como varón y como mujer. Ninguno de ellos posee al otro ni es la medida del otro: la medida, la imagen, es siempre la de Dios. En este sentido, el ser humano, ya sea varón o mujer, expresa su ser imagen de Dios cuando reconoce y aprecia la existencia de otros (ya sea de Dios, ya sea de sus iguales, hombres y mujeres). Hombre y mujer no somos fragmentos, pareja de opuestos, que expresen juntos la imagen de Dios, como dos piezas de un puzzle que encajan para reflejar una imagen superior, sino que a través del bautismo hemos sigo marcados para llevar a la plenitud la humanidad que nos habita a cada uno, sin depender o complementar unos a otros o hacer diferencias y discriminaciones, porque es Cristo el que nos dignifica haciéndonos hermanas y hermanos frente a Dios. Por eso en el reconocimiento de la valía y dignidad del hombre a la mujer y de la mujer al hombre nos constituimos en cuerpo de Cristo, Iglesia diversa y en camino, empujados por la fuerza del Espíritu (Rom 8,14). Todos somos hijos e hijas de Dios por igual (2Co 5,17, Gal 3, 27-28), recreados a su imagen (2Co 3,18). Todos somos pueblo de Dios (1Pe 2,9).